El caballero de la armadura oxidada

...i, cry, when angels deserve to die...

12.10.07

Mi hogar... V

Años 117 - 119 (La Guerra de las Mil Lagrimas)

Naggrung:
En el año 120 de la Tercera Edad, cuando Naggrung estaba en su máximo apogeo, cuando la Reina Mirandae traia su primer hijo al mundo a la edad de 21 años, el Infierno se desplomó de pronto sobre el corazón de la isla.
Una clara noche de verano, unos seres del caos aparecen en el cielo rasgando las nubes y los
corazones de Naggrung con sus negras alas.
Así empieza la Guerra de las Mil Lágrimas, como se la ha llamado desde entonces.
Las primeras semanas el golpe son devastadoras. Los pacificos habitantes de Naggrung nunca habían vivido una guerra y no sabían como actuar ni como defenderse. Miles cayeron entonces.
Sólo una tercera parte de la población aguanta la primera embestida y consigue reorganizarse para la defensa.
El ataque pilla por sorpresa a todos y las fuerzas estan totalmente dispersas.
La ciudad enana del sudoeste de la isla, exacavada en la Cordillera Sur, es derrumbada y sus tuneles quemados con fuegos malditos. Todo arde desde la entrada hasta el corazón de la ciudad. Nadie se salva de los que estaban dentro de la ciudad organizando la defensa.
El bosque del norte de la isla, la morada de los elfos, arde durante semanas. La magia elfa nada
puede contra los fuegos demoniacos que surgen del cielo y de la tierra. Unos cuantos huyen hacia el norte, al mar. Sólo ellos se salvaron.
Al este, en la Montaña Solitaria, los clerigos de dioses extinguidos no son rivales para los
demonios de Seldar. Con su muerte se acaba el último reducto de culto a los antiguos dioses que
quedaba en Eirea.
La lujosa ciudad de Bhenin es destruida por completo junto con su famoso puerto, cortando así todo contacto y posible huida hacia Dalaensar. Bhenin pasa a ser en escasas semanas la mayor fosa común de toda la isla desde que se tiene memoria. Debido a su gran afluencia de gente y la rapidez, además de lo inesperado del demoníaco ataque, la ciudad le dio a los acólitos de Seldar sus dos primeros triunfos: la imposibilidad de huida, y un gran número e bajas en un corto periodo de tiempo.
La ciudad de Rekins'thar es el único caso de secuestro que se conoce en toda la invasión. Cuando
pasó el tiempo y los supervivientes llegaron encontraron los cultivos que la rodeaban convertidos en páramos desolados y la ciudad sembrada de cadáveres chamuscados , pero todos adultos. No se encontró un solo niño entre las victimas. Solo Seldar sabe para que se llevaron los demonios a los niños.
Al sur resisten el Reino de Delkos y la maravillosa ciudad magica de Khiriss y en el centro el
Palacio de Agnur III se alza como el único lugar seguro de momento, y es allí donde acuden los
supervivientes de cada región.
El Rey pide ayuda a Delkos y a Komrud, el regente del cónclave de Khiriss.
La respuesta no se hace esperar. Komrud envía sus mas sinceras lamentaciones pero Khiriss se
encuentra en grave peligro y ningun hombre con fuerzas para defender la ciudad puede abandonarla. El Reino de Delkos envía un solo hombre, a su Rey.
Delkos explica que su Reino está mortalmente herido y que el prefiere morir defendiendo el palacio que en unas aldeas barbaras junto al mar.
Asi pues, Delkos jura lealtad a Agnur III y en poco tiempo se gana su confianza. El Rey, necesitado de aliados y ciertamente convencido de la lealtad de Delkos lo nombra General de sus Ejercitos en poco tiempo.
El Salvador que en todo momento había permanecido junto al Rey, le anuncia que su tiempo en la isla ha terminado y que debe marcharse. Pero antes de irse hace al Rey esta advertencia: "Cuidate de en los que mas confias, pues de ellos vendrá el daño más inesperado". Pero con la agitación de la guerra, Agnur III olvidó estas palabras y esa fue su perdición
Durante meses el castillo fue defendido con sangre, sudor y lágrimas. Y la guerra parecia que nunca llegaría a su fin. Nadie se destacaba como posible vencedor.
El Reino de Delkos fue arrasado y sus supervivientes se refugiaron en las cuevas de la Cordillera
Sur, donde encontraron a los unicos enanos que aun quedaban vivos en la isla, y allí se escondieron juntos durante años.
Y llegó el dia en que el destino de Naggrung quedaría sellado para siempre. Porque una noche clara de luna llena, hermana de la que vió al primer ser alado surcar los cielos en la isla, el mas grande de los Demonios conocidos apareció surcando las nubes.
La batalla se paralizó bruscamente y una risa de triunfo recorrió las entrañas de la tierra.
Los corazones de los hombres se hundieron y ya lo lucharon mas. Poco a poco, una tras otra las
puertas de la ciudad fueron cayendo ante el avance sin tregua del Lugarteniente de Seldar, el
Demonio Anacram. Y en cada puerta, Delkos luchaba e instigaba valor en sus hombres. Pero uno tras otro sus hombre iban cayendo. Y cada vez habia menos puertas, y menos hombres.
Y sucedió que cuando Delkos cruzó la ultima puerta y la atrancó ya no habia mas soldados junto a el, pues había llegado a la cámara del Rey, donde solo se encontraban Agnur, Mirandae y su bebé recien nacido.
- Ya no hay mas puertas Delkos - dijo Agnur.
- Pues entonces aquí es donde todos moriremos.
Un golpé sordo atronó en la puerta.
- Sólo quedais vosotros. - rió la demoniaca voz de Anacram. - Mi querido Rey Agnur, tu Reino está destruido. La voluntad de Seldar se hace siempre.
- ¡Rápido! - era Mirandae quien hablaba. - Tengo venid aquí, ¡creo que aun nos queda una
posibilidad!.
La Reina explicó su plan a los dos hombres. Delkos se colocaría frente a la puerta y Agnur junto a
la pared, escondido. Anacram entraría y se lanzaría contra Delkos, en ese momento Agnur saltaría sobre él inmovilizándolo por la espalda y Mirandae le clavaría su puñal al demonio en la garganta, un puñal que estaba imbuido de magia blanca y ni tan siquiera el fuego del infierno podia derretirlo.
Era un plan desesperado, pero ya no les quedaba mas por hacer. Asi que lo dispusieron todo y
aguardaron.
Anacram se recreaba en su victoria dejando sufrir a los que ahora eran prisioneros en su propio
castillo. Nada ocurría. El silencio mas absoluto se hizo en la sala y nada se oia fuera.
Los minutos pasaban, los nervios se crispaban y las dudas estallaban. ¿Se habrían marchado los
demonios? ¿Porqué no entraba Anacram y los arrasaba?
Pero el Demonio no se hizo esperar mucho tiempo. De improvisto la cerradura estalló, la puerta se abrió de golpe y Anacram entró como un torbellino en la habitación, derecho hacia Delkos. Surgiendo de las sombras Agnur cayó sobre él tomándolo totalmente por sorpresa. Delkos soltó su espada y agarró los brazos del Demonio mientras Agnur lo sujetaba por la espalda.
Pero el amor a un hijo es un impulso ciego para una madre. Mirandae en lugar de correr hacia
Anacram, cogió a su hijo de tres años en brazos y huyó hacia la puerta, la cruzó, la cerró e
incrustó la hoja de su puñal entre la puerta y el marco, sellando mágicamente la habitación.
La traición de Mirandae rompió el corazón de Agnur, que, abatido, cayó al suelo herido de muerte en el alma y recordando de pronto las palabras de El Salvador. Delkos recogió su espada y defendió él solo a su Rey contra Anacram. La lucha fue breve, Delkos combatió como un valiente, y murió como un héroe.
La Reina corría todo lo que podía para escapar hacia el bosque, pero el castillo estaba poblado de
demonios y aunque Mirandae conocía sus pasadizos y rincones ocultos no pudo llegar muy lejos. La apresaron y le arrancaron al niño de las manos. Su traición fue en vano y la vergüenza fue el último sentimiento que reinó en su alma, mientras una voz ronca y que era como el bramar del océano surgia de la torre del castillo proclamando:
- Ya es tuya mi Señor.