El caballero de la armadura oxidada

...i, cry, when angels deserve to die...

4.12.07

Confianza

...el joven esperó pacientemente hasta que el anciano se hubo sentado correctamente en la silla. Su lenta respiración controlada lo tranquilizaba y lo mantenía sereno a pesar de la urgencia que merecía aquella insólita reunión. Howe, aquel anciano de larga barba canosa y reluciente calva termino por sentarse tras colocar correctamente su túnica celeste de tal manera que no quedara arruga alguna sobre ella. Poco después los ancianos ojos de Howe se encontraron con la mirada desesperada del joven, cuando con un suave gesto con su mano le invito a hablar:

-"Señor. Anciano. Sabio entre los sabios." Las palabras del joven salían atolondrada mente de su boca mientras pensaba halagos hacia el anciano que pudiera ayudarle en aquella conversación critica. "Vos, señor de la sabiduría. Poseedor de todas las respues..."

La temblorosa voz del joven fue cortada en seco con un inesperado gesto del anciano imponiendo silencio.

-"Se porque estas aquí joven Thartus." En el rostro del joven apareció un tono de sorpresa cuando el anciano pronuncio su nombre y no pudo evitar preguntar: -"Pero como sabéis vos..."
Una vez mas la frase no termino de salir de los labios del joven, interrumpido por otro seco gesto de la mano del anciano.

El anciano se giro lentamente y del suelo levanto un extraño objeto hasta colocarlo a la vista del joven. "Habéis venido a por esto: El legendario bastón tallado de Hiros." El joven Tharthus se quedo asombrado ante el increíble bastón que el anciano sujetaba con firmeza frente a el. Una única pieza de madera tallada con un exquisito gusto en el que se habían gradado miles y miles de relieves en los que se representaban grandes escenas de la antigua y ya casi olvidada historia del reino de Eldor.

Las serenas palabras del viejo volvieron a salir lentamente de sus labios agrietados. "Se de vuestra misión. Muy noble e importante causa os atiendes, pero me temo que no puedo entregaros este bastón." La protesta del joven fue casi instantánea pero como empezaba a ser costumbre en el anciano, volvió a interrumpir tajante mente aquellas palabras. "Se que la vida de ella depende de que regreséis con este bastón. Pero aun así no puedo entregároslo." El silencio inundo la estancia cuando las palabras del anciano se ahogaron entre las paredes.

Los puños del joven se cerraron y apretaron con fuerza mientras un sentimiento de impotencia le llenaba por completo todo su ser. Tanto esfuerzo. Tantas penurias superadas. Tantos enemigos abatidos no servirían ahora para nada. El recuerdo de ella, su olor, su esencia, su mirada... todo se perdería para siempre. había fallado...

Las palabras del anciano sacaron a Thartus de sus lejanos pensamientos "... sin embargo no fui encomendado a ocupar este puesto por la buena ventura. El me eligió. Me pidió que ayudara a sus fieles. Que ayudara al pueblo mientras el no estuviera..." Las palabras del anciano comenzaron a avivar el fuego de la esperanza en el corazón del muchacho con forme estas llegaban a sus oídos. "... y desde luego incumpliría mi promesa y deber como guía si te negara mi ayuda. " Las palabras cesaron durante unos instantes mientras el anciano parecía pensar cuales iva a ser la mejor solución. Poco después y con un audaz y retorcido toque en su mirada volvió a hablar de nuevo. "Esta bien. Necesitáis el bastón. accederé a entregároslo, pero debéis demostrarme que sois tan dignos y capaces de guardarlo y protegerlo como yo." La respiración del joven comenzó a acelerarse poco a poco, impaciente, intranquila. "Así pues os propondré 5 preguntas. Solo tenéis una oportunidad para cada pregunta. Contestadlas todas correctamente y os cederé gustoso mi bastón."

Una sonrisa se ilumino en el rostro del joven mientras el fuego vivo de la esperanza ardia con fuerza en su interior. Otra vez sentia tener posibilidades de conseguir su mision. posibilidades para salvarla. Apretando los dientes y con la mirada fija en el arrugado rostro del anciano, Thartus asintio firmemente con la cabeza indicándole al anciano que empezara.

El silencio inundo la habitación durante instantes. Segundos que parecieron horas. Segundos en los que el tiempo pareció detenerse lentamente. Hasta que por fin llego el momento. Las palabras del anciano atravesaron la sala como un liviano susurro que se deja llevar por la brisa. Conforme las palabras de la primera pregunta llegaron hasta los oídos del joven, su expresión volvió a cambiar reflejando otra vez el mismo rostro del pesimismo y la desesperación. Puede que después de todo no quedara esperanza.

"Ni el fuego me quema, ni el agua me moja. ¿Que soy?"